jueves, 25 de junio de 2009

Amor por las cosas:

El patio:

El patio es blanco e inerte. Es un patio de luces que yo observo desde el último piso, un sexto. El edificio es de 1907 y las ventanas que abotonan las paredes son bonitas. Tienen unos pequeños alféizares en los que nadie ha puesto plantas o cualquier otro tipo de adorno. Es de un blanco nuclear, recién pintado, y los tejadillos que lo recortan, formando un cuadrado irregular, dejan ver un cielo azul y despejado. Hay patios de luces que están vivos, siempre llenos de sonidos. Patios parlanchines, patios que gritan sonidos de platos y vasos chocando, de huevos fritos y agua corriente. Este no. Este está callado y lúcido. Ni siquiera llega el rumor omnipresente del tráfico. Imagino todas esas grandes casas mudas rodeando este patio y me llena una amplia sensación de soledad, una soledad física, una soledad de muchos metros cuadrados. Como cuando somos pequeños y se nos olvida algo importante en el colegio y debemos volver a buscarlo, y encontramos los pasillos y aulas totalmente estáticas, quietas, congeladas, y pasamos por ellas rápido y sin hacer ruido para no despertarlas. Son esos momentos en los que las habitaciones y los objetos se quedan suspendidos en el espacio , como si al tirar el arroz en una boda se pudiera detener el tiempo y dejar los granos en el aire.

Es algo realmente extraordinario este patio, si lo pienso puede que sea una de las cosas más hermosas que haya visto en toda mi vida. Pienso que si yo no estuviera aquí quizás no existiría, pienso que, como con Roy Batty en Blade Runner, este patio se perderá como lágrimas en la lluvia.

Hay una especie de banqueta vieja de patas oxidadas en una esquina de la habitación. La acerco a la ventana y saco mi ordenador. Inicio, Mi música... y aparecen infinitas carpetas repletas de la misma emoción, de la misma inquietud. Comienzo a abrirlas, una por una, en busca de una canción, de un tema, de una pieza digna de este patio. Pienso que sería realmente gracioso romper la magia poniendo algo de las Spice girls, por ejemplo, pero como no hay nadie para apreciar mi sutil sentido del humor, sigo buscando algo para mí.

Voy filtrando estilos hasta quedarme con el blues y el jazz. De entre ellos no tardo en encontrar un tema que nunca me falla, Cristo Redentor de Donald Byrd. Coloco el ordenador en el alféizar, el cursor sobre el play y pulso el botón.

Las voces de las negras que cantan comienzan a descender desde la ventana por el patio como la bruma de las montañas japonesas que aparecen en esas películas que tienen una gran fotografía y todo eso. El hueco del patio comienza a llenarse como si se hubiera producido una fuga en su casco. El gigante vacío comienza a zozobrar y se hunde en la calurosa densidad de la trompeta, se mueve, se vuelve lento. La quietud que antes lo dominaba se va transformando en un movimiento que sólo se podría comparar al de un océano que se despereza. Las ventanas se asientan de nuevo en las fachadas y todo significa otra cosa ahora, algo más. Una tras otra las notas de rocío van mojando las paredes, las cañerías y las baldosas del suelo, que descansan allá abajo. Doy crédito a lo que mis ojos no pueden ver: ese patio ha comenzado a respirar, es como ver a un gran oso salir de su letargo, su lomo se mueve hacia arriba y hacia abajo con un ritmo pesado y profundo. Por un momento pierdo la noción de la tozuda realidad y siento algo parecido al miedo, como si estuviera presenciando como un vaso se mueve solo o a alguien levitando ante mis propios ojos. Algo extraño se cuela por la puerta de atrás, pero pronto se diluye en el blanco de las paredes. La sensación general es la de estar contemplando algo pleno, algo sublime. La canción, que se arrastra por los salientes grumosos de los muros, y por las grietas, y por las tuberías, está a punto de expirar. Cuando la última nota suena, un pequeño eco queda suspendido, como las motas de polvo que se ven al ser atravesadas por un rayo de luz. Y vuelve el silencio (…)

1 comentario:

Escritores en ciernes dijo...

Elvira de mi corazón, me en-can-tóooooo!!!!!
Quiero más, más!!!!!
Edurne

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