lunes, 29 de junio de 2009

Mi colección de momentos, Edurne Farias Escalera

No sé por qué, con la distancia, uno va pensando más en detalles en los que nunca antes reparas. El olor a tierra mojada y roja justo antes de que empiece a llover, el sabor perfumado del cilantro, el silencio de las noches que al principio en Madrid, echaba de menos. Hoy no sé si podré volver a ese silencio nocturno que me regala mi ciudad y todo será al revés, extrañaré tal vez las voces borrachas y trasnochadas de mi calle madrileña, el ruido de los contenedores cayendo al camión de la basura a las tres de la mañana, que el sol no queme y que sólo aveces, caliente. Que la gente choque en las calles amontonadas en una pelea individual por ver quién se hace un lado, quién se quita del camino. Extrañaré el color de las tardes grises españolas, que el cloro no huela y las reuniones a media mañana con la gente del parque de los perros, reuniones a las que en un principio me resistía por sentirme muy ñoña, hasta que mi resistencia fue inútil y acabé aprendiéndome los nombres de todos los perros de la plaza de Barceló: Tomás, Isis, Lucas, y hasta una Martha y un José.

A mi me gusta pensar en los recuerdos que otros me han contado.

Cuando Eréndira me platicó que ella siendo del norte, donde hace mucho calor y casi nunca llueve, se sorprendió cuando una tarde de lluvia en Uruapan, donde llueve como si nunca más fuera a volver a llover, su sobrina salía como si nada en medio del aguacero, ¨al café¨. Me imagino esas calles empinadas uruapenses con ríos de agua roja bajando hacia el centro y recuerdo la calle de mi abuela en Pátzcuaro cuando después de llover hacíamos barquitos de papel periódico, ese que leía mi abuelo, para que navegaran en los charcos calle abajo hasta quedar varados en una coladera que no iba a ningún lado.

Recuerdo a mi mamá recordando la tristeza que le provocaba que algunas niñas de su escuela no llevaran calcetas, porque eran muy pobres, me decía imaginándose cómo el frío se les metía por entre los zapatos escolares. Me la imagino, a mi mamá, una niña flaca, sonriendo, con los cabellos largos al viento, con su uniforme y con calcetas, claro.

También me gusta recordar a mi mamá, jovensisima, con su pelo corto, cocinando cuando yo era niña, cuando me decía, ¿me ayudas a pelar las papas? y seguía cantando sus canciones de Silvio Rodriguez. Ella me contó que un día cortando papas le pregunté que qué significaba eso de ¨la era está pariendo un corazón¨ para que ella acabara contándome cómo en Cuba no había ni ricos ni pobres, cómo a los niños se les daban las mismas libretas y libros como recompensa de una revolución que todavía era gloriosa en aquellos tiempos.

Mi abuela cuenta cómo mi papá cada que pasaba por un pasillo largo de la casa, donde ella había colocado sus helechos y él, con la imprudencia que le daban sus 13 años agarraba cada ramita de algún helecho elegido al azar, para de un tirón dejar caer todas y cada una de sus hojitas, hasta que después de un tiempo los helechos de mi abuela no eran sino tallos tristes sin ninguna hoja a los que ni el sol podía curar de la alegría que le provocaba a mi padre dejarlos sin hojitas.

Con la distancia todo se acentúa, y ahora mismo añoro la imagen de mi papá sentado en la cocina de mamá tocando su guitarra, cantando alguna canción de esas que tanto le gustan como la de ¨Si yo tuviera el corazón,el corazón que di; si yo pudiera, como ayer, querer sin presentir...¨ esa canción con la que en Buenos Aires me eché a llorar porque era como mi papá cantando pero en argentino y con micrófono y con unas argentinas alrededor de él, vestidas para bailar un tango turístiquisimo. Esa canción que tanto había oído tararear y tocar a mi padre y que nunca había escuchado en otra voz, de hecho pensaba que él la había escrito, que él le había puesto música.

En Madrid hace frío, los días son cortos y aquí estoy yo recordando trozos de otros tiempos, añorando mi México, donde a estas horas aún es de día. Sin embargo algún día, estaré en Morelia, haciendo cuentas en el calendario, calculando si la ¨m¨ es de martes o de miércoles y extrañaré por mil dias, la ¨x¨ colocada en el miércoles, como en España.


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